La torcaza
Ese día fui a la casa de mi novio, me había llamado a la
madrugada diciéndome que encontró un pichón de torcaza en su habitación,
asustado y herido. No supo qué hacer, le dan pánico las aves, y lo dejó en el
patio.
Me pareció un poco insensible de su parte, centrarse en sus
miedos irracionales en vez de ayudar a un pequeño animalito indefenso en una
situación de vulnerabilidad. Así que luego de contarme esto, fui a verlo al día
siguiente. Su casa seguía igual de sucia y desordenada desde la última vez que
fui.
Cuando me abrió me saludó de una forma extraña pero
amigable, como si no supiera cómo tratarme. Me dijo que el pájaro estaba en el
patio y por suerte su gata no quiso dañarlo, ya estaba lo suficientemente
indefenso como para ser presa fácil de un felino.
El pájaro estaba acurrucado en un rincón del patio al lado
de una gran maceta con unas plantas marchitas y de tierra seca. Hacía frío,
estaba nublado, pero el aire estaba bastante pesado. No sabía mucho cómo tratar
a un animal herido, pero frente a esas situaciones, busqué toda la información
posible para salvar al pichón. Compré alimento, mi novio le armó una pequeña
casa con la canasta de la gata que usa para llevarla al veterinario, irónico,
¿no? Le pusimos botellas de agua caliente para darle calor. Esa tarde me quedé
en su casa, luego de que él se fue a trabajar. Me sentía como una madre
cuidando a un niño enfermo, todo en esa ave parecía tan vulnerable, triste,
desesperante. Intenté llevarla a un veterinario esa noche pero ninguna
veterinaria de la zona atendía aves. Fue algo bastante desolador. Pero la
pequeña torcaza seguía allí, en su refugio, piando y comiendo cuando le ofrecía
su alimento. Estaba herida pero parecía sentirse bastante cómoda con la atención
que recibía.
Pasadas las diez de la noche, llegó mi novio y hablamos un
poco. Casi no habíamos hablado en todo el día. Parecía bastante preocupado por
el pájaro pero le resultaba agradable y cómodo que yo haya tomado las riendas
del asunto. Le daban pánico las aves y las situaciones complejas en general.
Puse la canasta con el pájaro al lado de la cama.
No pudimos ser muy claros en nuestra conversación pendiente,
pero tuvimos relaciones sexuales un par de veces antes de dormir, como si
nuestro único lenguaje consistiera en el sexo y no en las palabras.
A la madrugada me levanté para darle de comer al pájaro, le
preparé su avena, y cuando fui a verlo en su canasta estaba inmóvil, frío y
tieso. Me puse a llorar al verlo de esa forma, me sentía ridícula pero al mismo
frustrada de no poder salvar algo tan pequeño e indefenso. Lo sostuve despacio,
estaba desnuda y con un pájaro frío como un pedazo de hielo entre mis manos. Mi
novio se despertó y se sintió mal al verme así, o eso creo, tal vez sintió
lástima de mi persona.
Lo enterramos en la maceta con las plantas marchitas, al
lado del lugar donde lo encontré por primera vez.
Juntos enterramos algo que ya estaba completamente muerto.