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martes, 18 de agosto de 2015

                                                                “Viaje literario” (Editado) 

Eran las seis y algunos minutos de la tarde, en un día de Julio, y el molesto frío estaba colgándose de mis pantalones y metiéndose en mis zapatillas. Había salido del consultorio de la dentista que me atiende. Una mujer vieja con una sonrisa impecablemente desagradable que tiene que arreglar mis imperfecciones dentales.
Luego de caminar unas cuadras llegué a la parada del colectivo para volver a mi casa. Ya había perdido un colectivo y calculé que el próximo iba a tardar, pero como el frío era insoportable y asqueroso, al igual que mi dentista, mi mal humor comenzaba a ascender a medida que pasaba el tiempo y el bondi no venía. Finalmente, luego de aproximadamente treinta minutos, llegó el bendito colectivo 343. Estaba un poco lleno el transporte, pero no lo suficiente como para morir de asfixia por los apretujones de la gente. La primera parte del trayecto viajé parada y me estaba empezando a cansar un poco. Tenía dos libros en mi cartera, pero se me hacía imposible concentrarme en un colectivo, estando parada y con dolor de cabeza.
 De repente, mi vista se dirigió hacia uno de los asientos de adelante, de esos que están puestos al revés, para que la gente vea el camino que está dejando y no puedan observar hacia dónde van. Estaba sentada una chica, supongo que tendría veinte años o más. Era una chica pelirroja, pero una auténtica pelirroja, no era teñida, su cabellera realmente era rojiza y se asomaban algunas pecas en sus mejillas. Era una chica pálida, tan pálida que podría ser la novia del invierno.
La chica tenía un bolso sobre su regazo y en un momento sus manos enguantadas sacaron de allí un pequeño libro gris y azul. Comencé a observar más detenidamente a esa joven, tratando de averiguar qué estaba leyendo. Al principio no pude descubrir qué era lo que leía, pero no paraba de generarme intriga. Al mismo tiempo trataba de mirar disimuladamente, para evitar que la gente o esa chica piensen que soy algún tipo de acosadora. En un determinado momento un asiento se desocupó y me senté allí. Delante del mío había una mujer y enfrente de esa mujer estaba la chica leyendo detenidamente, aunque en algunos momentos levantaba la vista como para asegurarse de no haberse pasado la parada donde tenía que bajar.
Me encontraba en un buen lugar si no fuera porque había una persona adelante mío. Además, mi miopía no me ayudaba en la situación en la que me encontraba.  Miraba y miraba el libro de esa joven, en la tapa, el título estaba escrito en letras muy chicas, y eso me desesperaba más todavía. Ella levantaba el libro, lo bajaba para mirar dónde se encontraba, interrumpía la lectura para responder un mensaje de texto. Volvía a leer, movía sus labios, hacía gestos, fruncía el seño, pasaba las páginas. Miraba la parte de atrás del libro y así sucesivamente. Manipulaba ese preciado objeto como ella quería, se apoderaba de esas páginas, de esas palabras. Podía dejarlo cuando quisiera y volver a agarrarlo. Hasta podía leer la última frase de la última página y arruinarse el final en un terrible acto masoquista, típico de lector que sufre de ansiedad (como es mi caso).
En fin, la cuestión es que no me iba a rendir tan fácilmente, no me iba a bajar de ese colectivo sin saber qué estaba leyendo esa joven pelirroja. Hasta pensé en preguntarle pero eso sería demasiado para mí; tal vez, si fuera menos tímida y más caradura podría hacerlo. En mi afán por averiguar esto recordé que tenía mis anteojos en la cartera. Es algo raro en mí, salir de mi casa con anteojos, pero por alguna extraña fuerza sobrenatural los guardé ahí adentro.
Cuando me puse los anteojos, la mujer adelante mío se levantó. ¡Perfecto! Este era mi gran momento para averiguar el título del libro y el nombre del autor. Una vez que me dispuse a leer el titulo, la chica tapó con su mano la tapa del libro… ¡No! ¡¿Por qué?! Tenía que averiguarlo, tenía que ver lo que leía. No me pregunten por qué, simplemente debía hacerlo, supongo que a cualquier persona que le gusta leer, cuando ve a alguien que está con un libro en la mano en un tren, colectivo o subte no puede evitar observar lo que está leyendo ese individuo. Es algo que se debe hacer para poder conocer más libros y autores o por lo menos para pasar el tiempo en el viaje.
Era inútil, ella había bajado el libro y tapaba el titulo con su mano, parecía que lo hacía a propósito, ¡Qué lectora más egoísta! Justo cuando estaba a punto de rendirme, ella volvió a levantar el libro y pude leer el nombre del autor: Anónimo…era un anónimo. En el título se leía “Cien maneras de regresar de la muerte”. Un título bastante raro para una novela, pero en fin, había resuelto mi enigma o por lo menos eso creía.  Luego de dos paradas más, ella se bajó del colectivo y yo apoyé mi cabeza contra la ventanilla pensando que debía escribir sobre este acontecimiento que solo ocurren en los lugares cotidianos y en los transportes públicos.

Una vez que llegué a mi hogar me dispuse a buscar esa novela por internet, ya que jamás había escuchado ese título. Cuando puse en el buscador el nombre de la novela inmediatamente empezaron a aparecer un montón de cosas que no tenían nada que ver con ese libro. No encontré nada, absolutamente nada. Busque otra vez por internet novelas con autores anónimos y no obtuve respuesta. Finalmente llegué a la conclusión de que el único ejemplar de ese libro lo tenía esa chica y nadie más. 

domingo, 16 de agosto de 2015

La chica del puente
recoge atardeceres con sus ojos,
sus manos acarician deseos,
sus pies sueñan con saltar de aquel puente

y su cuerpo anhela suspenderse en el aire.


miércoles, 12 de agosto de 2015

“Vivir un instante”

Una mariposa sale del  capullo,
Una mariposa recuerda el pasado como oruga y
Se enorgullece de dejar de serlo.
Una mariposa comienza a levantar
sus alas del color del verano y bañadas con el viento.
Una mariposa, vulnerable, de ojos suicidas,
se levanta con ayuda de sus alas y comienza a aletear…
Una mariposa vuela, sobre el pasto, las flores,
al lado de los autos, al lado de una anciana,
al lado de un hombre , al lado de un niño…
Una mariposa al caer la noche, recuerda su pasado como oruga,
recuerda su salida del capullo y recuerda su vuelo…

Una mariposa antes de que salga el sol, muere por exceso de vida…