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lunes, 3 de septiembre de 2018

Me preparo para dormir,
cierro la puerta,
bajo las persianas,
apago la estufa.
El gato se acomoda
arriba de la frazada.
Lentamente me desvisto,
como si me despojara
del día que pasó,
de todo lo que hice
y todo lo que viví.
Me pongo mi ropa
para dormir,
una remera vieja
y descolorida,
unos pantalones cortos.
Retiro las sábanas de flores.
Me acuesto, apoyo
mi cabeza sobre la almohada
y me quedo mirando
un punto fijo en la pared.
Siento sobre mis pies
a mi gato todo enroscado
y tranquilo.
Al momento de querer
cerrar mis ojos,
siento el inconfundible
sonido de mi corazón
golpeando mi pecho.
Cambio de posición
pero es inevitable
no sentir esas vibraciones,
esos golpes suaves
pero a la vez intensos.
Recordándome que estoy
ahí viva, respirando.
Sin importar nada,
todo esta latente y fluyendo.

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