"El azul de la distancia" 

Te deseo a la distancia, 

te miro a la distancia, 

puedo tener tus ojos 

a metros de mi cara

y el horizonte siempre 

va a parecerme

 más cercano. 

Puedo desearte hasta 

que te vuelvas azul 

y de cerca darme cuenta 

de que tus colores 

son transparentes. 

Puedo quererte en la lejanía, 

y en la cercanía quererte 

demasiado lejos. 

Siempre creí que el amor 

era amarillo o rojizo como 

la muerte de los árboles en otoño. 

Pero cuando te veo a lo lejos, 

veo el azul de la distancia, 

el color de dónde no estás 

y dónde nunca voy a estar. (*) 

(*) referencia al capítulo El azul de la distancia de Rebecca Solnit, del libro Una guía sobre el arte de perderse. 

Todas mis estructuras se desvanecen, 

lo que intentaba arreglar meticulosamente 

se quiebra, 

se desmorona, 

desaparece. 

Debajo de las piedras, 

no hay mas que muertos 

y una herida infectada. 

Intento escribir siempre 

desde el amor 

pero lo único que aparece 

es el dolor, 

como una enorme cicatriz, 

que no supura, 

que no se arregla

que permanece 

siempre en el mismo lugar. 

El ego inflado, 

enrojecido 

como una picadura 

de insecto, 

hinchado y morado 

como un golpe en 

el ojo. 

El ego sangrando por 

todos lados. 

El llanto del ego

donde salen 

las cosas que no se dicen. 

El ego destrozando y 

desacomodando 

mis limites. 

El corazón dado vuelta, 

atrapado del otro lado 

de este pasillo, 

en cualquier parte 

de mi cuerpo 

menos donde 

debe estar. 

 

Estuve varios días pensando 

que en el sur de la ciudad 

hay lugares malditos, 

almas en pena, 

demonios, 

fantasmas, 

edificios abandonados, 

cosas sin resolver. 

Tanto pensé que ahora 

sin querer invoque a uno 

de esos espíritus antiguos 

que andan aburridos y tristes 

buscando un sol 

que ya no pasa por acá. 

Los pasillos fríos, 

las velas apagadas, 

olor a incienso, 

las miradas tristes 

de los santos, 

las manos de los ángeles. 

Los techos pintados 

de escenas bíblicas.  

Una virgen en el altar. 

Cristo crucificado 

mirando a los mortales. 

Las plegarias atrapadas 

en las paredes. 

En una de esas paredes 

abandoné mi fe. 

Las zonas límites 

son lugares donde 

siempre me detengo 

a observar mis 

contradicciones. 

Cuando era chica 

mi papá me leía la biblia

como si fuese un cuento para niños. 

Un versículo para ir a dormir, 

un versículo para pensar, 

para estudiar. 

Las palabras llegaron a mí 

en forma de oraciones, 

en parábolas, 

luego se rebelaron, 

cayeron del cielo 

y empezaron a deambular

como palabras errantes. 

Mi papá leía la biblia 

como su única forma 

de mantener un lazo 

con su hija no deseada. 

No lo sabe pero hizo 

mucho más 

que leer versículos, 

aunque ese fanatismo desmedido 

me haya hecho querer buscar a 

Dios en otras palabras mas amables. 

Estar allá 

presente, 

al lado tuyo, 

haciendo nada, 

pensando en nada. 

Una película asiática 

de fondo, deseando 

que termine pronto, 

porque nunca me interesaron

tus gustos cinéfilos. 

Ni tus gustos musicales. 

Quería estar allá 

presente, 

para escucharte, 

para mirarte, 

tocarte 

y olerte. 

Ser fiel a tu sombra

y que solo me contaras

que cosas te afligen. 

Saber de tu familia, 

porqué te llevas mal 

con tu mamá. 

Si querías tener hijos, 

si alguna vez pensaste 

en casarte. 

Estar ahí presente, 

y esperar tener 

la confianza suficiente

para decirte 

lo enamorada que estaba. 

No me interesaban tus fotos, 

ni tu mascota, 

ni los arreglos 

que ibas a hacer en tu casa, 

quería que me contaras de tus amigos, 

porque te separaste de tu ex. 

Que pasó con tus otras relaciones, 

si estuviste enamorado, 

si te rompieron el corazón. 

Quería saber si alguna vez 

pensaste, mientras 

estabas dentro mío 

que me amabas. 

 Desciendo otra vez a mi infierno, 

oculta bajo tus placeres 

y mis sentimientos. 

Cada vez es mas oscuro 

y hermoso esto.

Un acto egoísta y 

caprichoso hacia mi misma, 

me impide ver el infierno 

en el que estoy metida. 

Nadie sabe que 

te amo y te desprecio 

en partes iguales. 

Puedo quedarme 

debajo de tu piel 

todo el tiempo que quieras, 

puedo quedarme acá abajo 

todo el tiempo que yo quiera. 

No tengo ganas de subir, 

una vez mas estoy a tu merced.