“La guerra del agua”
A mi familia y a mí nos habían sacado de nuestra casa y nos
llevaron a un centro de refugio. Era un lugar que abarcaba dos cuadras, estaba
pintado de blanco y parecía un hospital o un centro de rehabilitación. No nos quisieron dar explicaciones de lo que
estaba ocurriendo. Nos dieron una habitación lo suficientemente grande como
para que entremos mis padres, mis dos hermanos y yo. A la noche escuchábamos
explosiones y unos cuantos disparos. En las pantallas de los televisores que
ocupaban toda una pared solo hablaban de viejas noticias y de algunos
chismeríos mediáticos, pero nos ocultaban lo que verdaderamente teníamos que
saber. Algunos refugiados decían que estábamos allí porque habían venido unos
seres del espacio para invadirnos, otros decían que un grupo de rebeldes había
atacado al gobierno y cosas así.
El tiempo pasaba y no sabíamos absolutamente nada. Nos
levantábamos, desayunábamos en el comedor junto con los otros refugiados, nos
hacían realizar actividades en las pantallas de las computadoras para
distraernos y no nos dejaban salir de aquel lugar. Solo un hombre intentó
escaparse y los guardias que vigilaban el refugio lo fusilaron cuando lo
encontraron. Tampoco podíamos preguntar qué era lo que ocurría.
Luego de un tiempo, unos cuatro o cinco meses, una chica me
contó lo que estaba sucediendo, pero no me quiso decir cómo lo descubrió.
Me había dicho que en el mundo ya casi
no hay agua y que la única parte donde hay agua dulce como para abastecer a un
país, era la Antártida. Al parecer fue el único lugar natural que sobrevivió de
la explotación de los humanos. Todos los países habían entrado en guerra por el
agua pero no se sabía quién iba a ganar, hasta me contó que pronto empezarían a
atacar con bombas nucleares. Yo sabía que el agua había empezado hace un tiempo
a escasear pero jamás pensé que entrarían en guerra por ello.
Al final me dijo que
no contara nada, para que las personas no entren en pánico y para que a ella y
a mí no nos maten por descubrir la verdad. Algunos días ella venía para
contarme nuevas noticias sobre la guerra, cada vez que me visitaba la veía
cansada y hasta un poco enferma. Un día le pregunté:
-¿Por qué no puedo saber cómo descubriste esto?-.
-No te lo puedo decir, pero tuve que hacer algunos negocios
para saber lo de la guerra-.
-¿Qué clase de negocios?-.
-Te dije que no te lo voy a decir, deja de hacerme esas
preguntas. ¿Querés que te cuente más noticias o no?-. Le dije que sí y no volví
a molestarla con ese tema. Me contó que en una semana empezaría una guerra con
bombas nucleares y no sabía si nos podríamos salvar pero que ahora había un
país que comenzó a ganarle a los demás, ese país era el nuestro, estábamos
ganando pero eso no quería decir que saliéramos con vida de aquel lugar una vez
terminada la guerra.
A la semana siguiente, nos quitaron de nuestras habitaciones
y nos condujeron hasta un sótano, donde había una enorme puerta metálica que
conducía a un oscuro y húmedo pasillo subterráneo y de allí nos metieron en
otras habitaciones. No podíamos salir de aquel lugar hasta que nos avisaran de
que ya no corríamos peligro. Pasaron tres días de los cuales se escucharon
terribles estallidos que hacían que el suelo de tierra temblara. Como soy la
hermana mayor, esos terribles e interminables días traté de calmar a mis
hermanos, mientras mis padres hablaban con otros refugiados. Al cuarto día,
cayó una bomba nuclear sobre el centro de refugio en el que estábamos. De todos
los lugares en el mundo que hay justo cayó una bomba allí. Ni el sótano, ni el
pasillo subterráneo pudieron evitar que saliéramos heridos y que otros
murieran. Algunos empezaron a correr para salir, pero la puerta para ir al
sótano estaba cerrada, empezamos a gritar pero nadie nos escuchó y unos hombres
estaban intentando derribar la puerta. No encontraba a mi familia, los busqué
desesperadamente, estaba llorando y temblando del miedo. Hasta que aparecieron
mis hermanos, me abrazaron mientras llorábamos y les pregunté:
-¿Dónde están mamá y
papá?-.
-No sé, estaban con nosotros pero desaparecieron-. dijo
Alexis, el más chico de nosotros.
Cuando nos pusimos a buscar a nuestros padres, de repente se
abrió la puerta de tanto que la estuvieron empujando, todos empezaron a salir y
entonces me di cuenta de que había un montón de personas tiradas en el suelo,
personas que tenían escombros encima y sangre alrededor. Entre esa gente vi a
mis padres. Corrí hacia ellos con la esperanza de que estuvieran vivos, pero me
encontré con la cruda realidad, habían muerto aplastados por los pedazos del
techo.
Salimos del sótano y no vimos a ninguno de los guardias que
vigilaban el lugar, con sus trajes negros y sus enormes armas. Nos encontramos
en lo que hasta hace unos días era un centro de refugio, ahora solamente era un
montón de escombros y había algunos guardias que yacían muertos. El lugar se
había caído en mil pedazos dejando algunos restos del enorme edificio. Mis
hermanos y yo, lo poco que quedó de esta familia, empezamos a caminar por las
calles agrietadas entre los restos de las casas y bajo un cielo gris con nubes
de polvo. Empezó a llover y yo con mis pocas esperanzas de que nosotros y este
mundo se haya salvado, pensaba “ganamos, ganamos la guerra”.
Fin.
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