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jueves, 6 de abril de 2017

“La guerra del agua”

   A mi familia y a mí nos habían sacado de nuestra casa y nos llevaron a un centro de refugio. Era un lugar que abarcaba dos cuadras, estaba pintado de blanco y parecía un hospital o un centro de rehabilitación.  No nos quisieron dar explicaciones de lo que estaba ocurriendo. Nos dieron una habitación lo suficientemente grande como para que entremos mis padres, mis dos hermanos y yo. A la noche escuchábamos explosiones y unos cuantos disparos. En las pantallas de los televisores que ocupaban toda una pared solo hablaban de viejas noticias y de algunos chismeríos mediáticos, pero nos ocultaban lo que verdaderamente teníamos que saber. Algunos refugiados decían que estábamos allí porque habían venido unos seres del espacio para invadirnos, otros decían que un grupo de rebeldes había atacado al gobierno y cosas así.

   El tiempo pasaba y no sabíamos absolutamente nada. Nos levantábamos, desayunábamos en el comedor junto con los otros refugiados, nos hacían realizar actividades en las pantallas de las computadoras para distraernos y no nos dejaban salir de aquel lugar. Solo un hombre intentó escaparse y los guardias que vigilaban el refugio lo fusilaron cuando lo encontraron. Tampoco podíamos preguntar qué era lo que ocurría.

   Luego de un tiempo, unos cuatro o cinco meses, una chica me contó lo que estaba sucediendo, pero no me quiso decir cómo lo descubrió. Me  había dicho que en el mundo ya casi no hay agua y que la única parte donde hay agua dulce como para abastecer a un país, era la Antártida. Al parecer fue el único lugar natural que sobrevivió de la explotación de los humanos. Todos los países habían entrado en guerra por el agua pero no se sabía quién iba a ganar, hasta me contó que pronto empezarían a atacar con bombas nucleares. Yo sabía que el agua había empezado hace un tiempo a escasear pero jamás pensé que entrarían en guerra por ello.

   Al  final me dijo que no contara nada, para que las personas no entren en pánico y para que a ella y a mí no nos maten por descubrir la verdad. Algunos días ella venía para contarme nuevas noticias sobre la guerra, cada vez que me visitaba la veía cansada y hasta un poco enferma. Un día le pregunté:       
-¿Por qué no puedo saber cómo descubriste esto?-.
-No te lo puedo decir, pero tuve que hacer algunos negocios para saber lo de la guerra-.
-¿Qué clase de negocios?-.
-Te dije que no te lo voy a decir, deja de hacerme esas preguntas. ¿Querés que te cuente más noticias o no?-. Le dije que sí y no volví a molestarla con ese tema. Me contó que en una semana empezaría una guerra con bombas nucleares y no sabía si nos podríamos salvar pero que ahora había un país que comenzó a ganarle a los demás, ese país era el nuestro, estábamos ganando pero eso no quería decir que saliéramos con vida de aquel lugar una vez terminada la guerra. 

   A la semana siguiente, nos quitaron de nuestras habitaciones y nos condujeron hasta un sótano, donde había una enorme puerta metálica que conducía a un oscuro y húmedo pasillo subterráneo y de allí nos metieron en otras habitaciones. No podíamos salir de aquel lugar hasta que nos avisaran de que ya no corríamos peligro. Pasaron tres días de los cuales se escucharon terribles estallidos que hacían que el suelo de tierra temblara. Como soy la hermana mayor, esos terribles e interminables días traté de calmar a mis hermanos, mientras mis padres hablaban con otros refugiados. Al cuarto día, cayó una bomba nuclear sobre el centro de refugio en el que estábamos. De todos los lugares en el mundo que hay justo cayó una bomba allí. Ni el sótano, ni el pasillo subterráneo pudieron evitar que saliéramos heridos y que otros murieran. Algunos empezaron a correr para salir, pero la puerta para ir al sótano estaba cerrada, empezamos a gritar pero nadie nos escuchó y unos hombres estaban intentando derribar la puerta. No encontraba a mi familia, los busqué desesperadamente, estaba llorando y temblando del miedo. Hasta que aparecieron mis hermanos, me abrazaron mientras llorábamos y les pregunté:
 -¿Dónde están mamá y papá?-.
-No sé, estaban con nosotros pero desaparecieron-. dijo Alexis, el más chico de nosotros.

  Cuando nos pusimos a buscar a nuestros padres, de repente se abrió la puerta de tanto que la estuvieron empujando, todos empezaron a salir y entonces me di cuenta de que había un montón de personas tiradas en el suelo, personas que tenían escombros encima y sangre alrededor. Entre esa gente vi a mis padres. Corrí hacia ellos con la esperanza de que estuvieran vivos, pero me encontré con la cruda realidad, habían muerto aplastados por los pedazos del techo.

  Salimos del sótano y no vimos a ninguno de los guardias que vigilaban el lugar, con sus trajes negros y sus enormes armas. Nos encontramos en lo que hasta hace unos días era un centro de refugio, ahora solamente era un montón de escombros y había algunos guardias que yacían muertos. El lugar se había caído en mil pedazos dejando algunos restos del enorme edificio. Mis hermanos y yo, lo poco que quedó de esta familia, empezamos a caminar por las calles agrietadas entre los restos de las casas y bajo un cielo gris con nubes de polvo. Empezó a llover y yo con mis pocas esperanzas de que nosotros y este mundo se haya salvado, pensaba “ganamos, ganamos la guerra”.
                                                                  

                                                              Fin.

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