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viernes, 27 de octubre de 2017

Haikus


Pequeño pájaro
frío como el hielo
yace en mi mano. 


Agua escurridiza,
moja el asfalto.
El cielo se cae.


Flores amarillas
crecen firmes,
en los andenes.


El gato observa
con curiosidad
detrás de la ventana.


Olas que chocan,
espuma de mar,
agua salada en mi boca.


El gato duerme,
bajo la suave
luz del sol.


La noche
en el jardín,

rocío en las flores.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Escenario onírico 3: Verano

    Me encontraba en lo que aparentaba ser un desierto, el sol brillaba como una inmensa bola de fuego. Mis pies ardían sobre la arena, infinita arena dorada. Comencé a caminar en busca de algo, no sé de qué, quizás agua o algún refugio.
   Creí haber caminado días aunque tal vez hayan sido un par de horas, si es que existe el tiempo en este lugar. Mis piernas estaban cansadas como si hubiese arrastrado enormes cadenas en mis pies. No había forma de esconderse del calor y de la cegadora luz del sol.
   En un momento visualicé a lo lejos algo cristalino y enorme en la arena que parecía moverse. Me fui acercando más y más a lo que parecía ser agua, una laguna. Por fin, había encontrado algo para calmar mi sed. Fui corriendo hasta llegar a la laguna pero al sumergir mis manos en el líquido, de repente lo que parecía ser un lago cristalino se había convertido en una laguna roja. 
   Lo que había entre mis manos no era agua, era sangre. Roja, oscura, espesa y de fuerte olor. Levanté mi vista y vi a mi alrededor animales muertos, despedazados. Camellos, coyotes, zorros. Me aleje espantada de ese lugar.

   Corrí y corrí por el desierto hasta que una enorme serpiente se cruzó en mi camino dispuesta a atacarme mostrándome sus afilados dientes llenos de veneno. Cuando la serpiente saltó para morderme, todo desapareció a mí alrededor. 




sábado, 20 de mayo de 2017

Escenario onírico 2: Otoño


  Las hojas de los árboles de a poco comenzaban a desaparecer. Desde lo más alto de las ramas se veían caer y deslizarse suavemente las hojas marchitas, amarronadas, amarillas o rojizas. El viento las hacía bailar de un lado a otro para luego aterrizar sobre el césped o en el camino de baldosas rotas de aquel parque en el que jamas había estado.
  No podía ver casas a mi alrededor ni edifcios pero el parque estaba allí, iluminado con la anaranjada y cálida luz del atardecer. Mientras el sol se escondía y las nubes rosadas cubrían parte del cielo, me dirigí a los juegos para niños que se encontraban a un costado del parque.
   El sector de niños era pequeño, en la arena se encontraba dispersados algunos juguetes como pelotas, baldes, autos y muñecas. Al fondo del arenero había una hamaca pintada de azul y rojo con dos asientos de madera y las cadenas que los sostenían estaban oxidadas provocando un ruido molesto al moverlas. En la hamaca había una niña que cada vez se hamacaba con más y más fuerza como si quisiera salir volando de aquel juego. Sus pies descalzos bailaban como las hojas de los árboles.
   Las cadenas crujían mientras, la niña con sus ojos cerrados y una amplia sonrisa, iba con el viento de atrás a adelante y así repetidas veces. Su aspecto me resultaba conocido, cabello castaño con una trenza, creo haberla visto en otro lado pero no recuerdo en donde.
  Me quede allí parada un largo rato observando como se entretenía, hasta que empezó a gritar algo mientras reía. Comencé a acercarme más y más para saber que estaba diciendo pero caminar sobre la arena se me hizo difícil.
  Tropecé con varios juguetes esparcidos por allí y de repente la arena comenzó a atraparme, me estaba hundiendo en el sector de juegos para niños. La niña seguía ríendo y gritando palabras que no podía entender y la arena seguía tapándome hasta llegar a mi cintura. Trate y trate de librarme, comencé a llorar y gritar de desesperación, hasta que recordé que nada de eso era real y de repente todo se oscureció.

jueves, 6 de abril de 2017

Escenario onírico 1: Invierno
    
   Creo que estoy en un bosque, hace frío,  lo sé por las ramas de los robles que están congeladas. El pasto se mezcla con la nieve, mis pies se endurecen a cada paso que doy. Mis ojos solo miran la luna llena y las nubes que intentan ocultar esa suave luz que desprende. Todo es tan calmo y el invierno se siente tan pacífico. De repente oigo un llanto y gemidos.
   Mi vista se dirige al lado derecho del bosque...de allí viene el sonido. Mis pasos congelados avanzan unos metros. Allí veo sentada en la nieve a una mujer de largo cabello oscuro, con una manta que cubre su espalda,  está amamantando. Pero la criatura que está succionando su leche, no es un bebé, es un lobo, un cachorro. Me acerco un poco más para observar mejor, me quedo a un costado mirando a la mujer de frente, esta desnuda, llora por el dolor que le causa el cachorro al beber la leche de su seno y morder su pezón. De su pezón cae un hilo de sangre. Su dolor se mezcla con la satisfacción de alimentar a aquella criatura. Su llanto se mezcla con pequeñas risas que suelta por momentos.

 Sin embargo esto es extraño, debo preguntarle a esa mujer por que está haciendo eso, me acerco despacio y le digo “¿Por qué estás alimentando a un cachorro si esta lastimándote?”. La mujer levanto su vista lentamente, sus ojos oscuros me miraron como si hubiera preguntado una tontería, ella dijo “¿No lo sabes? Satisfacer a otros a veces causa un placer intensamente doloroso.” Me quede mirándola un rato, la mujer siguió amamantando. Miré la luna una vez  más pensando en sus extrañas palabras, ¿placer?, ¿dolor?, ¿todo eso va junto como si fuera una sola cosa?, ¿hasta qué punto es placentero ese dolor de complacer, satisfacer?, ¿cuáles son los límites de ese dolor? Cuando baje mi vista la mujer ya no estaba, me encontraba sola de nuevo en medio del inmenso bosque bañado de la luz plateada de la luna, rodeada de robles y nieve mezclada con pasto.  



“La guerra del agua”

   A mi familia y a mí nos habían sacado de nuestra casa y nos llevaron a un centro de refugio. Era un lugar que abarcaba dos cuadras, estaba pintado de blanco y parecía un hospital o un centro de rehabilitación.  No nos quisieron dar explicaciones de lo que estaba ocurriendo. Nos dieron una habitación lo suficientemente grande como para que entremos mis padres, mis dos hermanos y yo. A la noche escuchábamos explosiones y unos cuantos disparos. En las pantallas de los televisores que ocupaban toda una pared solo hablaban de viejas noticias y de algunos chismeríos mediáticos, pero nos ocultaban lo que verdaderamente teníamos que saber. Algunos refugiados decían que estábamos allí porque habían venido unos seres del espacio para invadirnos, otros decían que un grupo de rebeldes había atacado al gobierno y cosas así.

   El tiempo pasaba y no sabíamos absolutamente nada. Nos levantábamos, desayunábamos en el comedor junto con los otros refugiados, nos hacían realizar actividades en las pantallas de las computadoras para distraernos y no nos dejaban salir de aquel lugar. Solo un hombre intentó escaparse y los guardias que vigilaban el refugio lo fusilaron cuando lo encontraron. Tampoco podíamos preguntar qué era lo que ocurría.

   Luego de un tiempo, unos cuatro o cinco meses, una chica me contó lo que estaba sucediendo, pero no me quiso decir cómo lo descubrió. Me  había dicho que en el mundo ya casi no hay agua y que la única parte donde hay agua dulce como para abastecer a un país, era la Antártida. Al parecer fue el único lugar natural que sobrevivió de la explotación de los humanos. Todos los países habían entrado en guerra por el agua pero no se sabía quién iba a ganar, hasta me contó que pronto empezarían a atacar con bombas nucleares. Yo sabía que el agua había empezado hace un tiempo a escasear pero jamás pensé que entrarían en guerra por ello.

   Al  final me dijo que no contara nada, para que las personas no entren en pánico y para que a ella y a mí no nos maten por descubrir la verdad. Algunos días ella venía para contarme nuevas noticias sobre la guerra, cada vez que me visitaba la veía cansada y hasta un poco enferma. Un día le pregunté:       
-¿Por qué no puedo saber cómo descubriste esto?-.
-No te lo puedo decir, pero tuve que hacer algunos negocios para saber lo de la guerra-.
-¿Qué clase de negocios?-.
-Te dije que no te lo voy a decir, deja de hacerme esas preguntas. ¿Querés que te cuente más noticias o no?-. Le dije que sí y no volví a molestarla con ese tema. Me contó que en una semana empezaría una guerra con bombas nucleares y no sabía si nos podríamos salvar pero que ahora había un país que comenzó a ganarle a los demás, ese país era el nuestro, estábamos ganando pero eso no quería decir que saliéramos con vida de aquel lugar una vez terminada la guerra. 

   A la semana siguiente, nos quitaron de nuestras habitaciones y nos condujeron hasta un sótano, donde había una enorme puerta metálica que conducía a un oscuro y húmedo pasillo subterráneo y de allí nos metieron en otras habitaciones. No podíamos salir de aquel lugar hasta que nos avisaran de que ya no corríamos peligro. Pasaron tres días de los cuales se escucharon terribles estallidos que hacían que el suelo de tierra temblara. Como soy la hermana mayor, esos terribles e interminables días traté de calmar a mis hermanos, mientras mis padres hablaban con otros refugiados. Al cuarto día, cayó una bomba nuclear sobre el centro de refugio en el que estábamos. De todos los lugares en el mundo que hay justo cayó una bomba allí. Ni el sótano, ni el pasillo subterráneo pudieron evitar que saliéramos heridos y que otros murieran. Algunos empezaron a correr para salir, pero la puerta para ir al sótano estaba cerrada, empezamos a gritar pero nadie nos escuchó y unos hombres estaban intentando derribar la puerta. No encontraba a mi familia, los busqué desesperadamente, estaba llorando y temblando del miedo. Hasta que aparecieron mis hermanos, me abrazaron mientras llorábamos y les pregunté:
 -¿Dónde están mamá y papá?-.
-No sé, estaban con nosotros pero desaparecieron-. dijo Alexis, el más chico de nosotros.

  Cuando nos pusimos a buscar a nuestros padres, de repente se abrió la puerta de tanto que la estuvieron empujando, todos empezaron a salir y entonces me di cuenta de que había un montón de personas tiradas en el suelo, personas que tenían escombros encima y sangre alrededor. Entre esa gente vi a mis padres. Corrí hacia ellos con la esperanza de que estuvieran vivos, pero me encontré con la cruda realidad, habían muerto aplastados por los pedazos del techo.

  Salimos del sótano y no vimos a ninguno de los guardias que vigilaban el lugar, con sus trajes negros y sus enormes armas. Nos encontramos en lo que hasta hace unos días era un centro de refugio, ahora solamente era un montón de escombros y había algunos guardias que yacían muertos. El lugar se había caído en mil pedazos dejando algunos restos del enorme edificio. Mis hermanos y yo, lo poco que quedó de esta familia, empezamos a caminar por las calles agrietadas entre los restos de las casas y bajo un cielo gris con nubes de polvo. Empezó a llover y yo con mis pocas esperanzas de que nosotros y este mundo se haya salvado, pensaba “ganamos, ganamos la guerra”.
                                                                  

                                                              Fin.
 Poemas


Las aguas negras
llegan a mis tobillos,
me muevo en arena movediza,
los cuervos vuelan sobre mi cabeza.
El cielo es un agujero negro
donde la luz duerme aún.
De repente la arena es mar
y el mar es océano.
Agua, agua negra,
agua sucia, estancada.
Los peces muertos nadan
pasando a mi alrededor.
De repente el agua es
oscuridad, la oscuridad es
dolor y el dolor es interminable.


 El león con sus dorados ojos inquisidores
me observa desprendiendo
un odio inmenso.
Abre su boca y sus dientes
como cuchillos blancos están allí
a punto de atacar.
Corro y corro sobre un desierto
que jamás termina.
La arena brillante quema mis pies,
el miedo toma poder en mis piernas,
mi torso, mis brazos, todo mi cuerpo.
El león implacable se acerca más y más.
Cuanto más avanzo el desierto se extiende
cada vez más y más.

Hasta que ya no hay lugar al que escapar…

martes, 14 de marzo de 2017

Haikus de verano

Brisa de verano
empuja las olas,
arrastra personas.


El pescador
parado sobre la roca
observa el infinito.